¡Si tendrás suerte! fue la exclamación de muchos cuando les dije que
iba para Cuba a participar en una conferencia de EcoMateriales. Claro,
en aquel momento, solo se referían a la oportunidad de viajar y conocer
otras culturas y tierras.
Ahora puedo afirmar que no solo tuve suerte, sino mucha suerte. Y esta comenzó desde la planificación del viaje, cuando logré agarrar el último asiento del avión, y estoy hablando de un mes antes. Después, la fecha de la conferencia coincidió con la semana que la universidad da para alistarse para los trabajos y exámenes finales; y aunque por lo general, el tiempo no coopera con uno cuando tenemos tanto que hacer, de alguna manera logré estudiar toda la materia para mis últimos exámenes, y dejar todo listo para llegar a casa y nada más tener que repasar.
Cuando nos trasladaron a Santa Clara, por alguna razón, me ubicaron en un hotel muy comodo; es decir que me gané dos noches de lujo, pagando económico. Aunque más bien, eso no fue suerte, sino ganancia.
Pero mi mayor suerte radicó en lo siguiente: como estudiante de último
año en ingeniería en construcción en el Instituto Tecnológico de Costa
Rica (I.T.C.R.), tuve la oportunidad de compartir con un grupo de
ingenieros y arquitectos, autores de obras importantes, lo cual para un
alumno próximo a graduarse es casi imposible. Conversé con ellos sobre
sus experiencias y muchas cosas más; en cambio, el resto de los
participantes solo tuvo la posibilidad de escuchar la charla que ellos
impartieron. En estos días compartiendo con todas estas personas se me
abrieron, o mejor dicho, ellos me enseñaron nuevos caminos.
Así que, volviendo a aquella exclamación del inicio, afirmo que sí tuve suerte, y que soy muy afortunado de participar en una conferencia como esta. Y más suerte tendré si logro llegar a una edad avanzada y ver a los niños jugar en un mundo menos contaminado y con un sol más limpio y brillante, un futuro para el que todos aquí pusimos nuestro grano de arena.