Pequeñas innovaciones tecnológicas que mejoran la vida de los ladrilleros en Chambo.El día de trabajo de Don Cristóbal Flores empezaba a las 3 de la mañana. En el frío de la madrugada, a 2,800 metros sobre el nivel del mar, Don Cristóbal mezclaba la arcilla depositada en su patio con aserrín, mojaba la mezcla y empezaba a pisarla para molerla y homogenizarla, junto con su toro “Martín”. Cuatro horas después, la mezcla estaba lista para ser moldeada y convertida ladrillo crudo.

Si el clima lo permitía, con ayuda de su esposa, su hijo y algún otro familiar o ayudante, “labraban” 1,200 ladrillos crudos hasta las 3 de la tarde. Cuando el sol era demasiado intenso, la arcilla se endurecía y era necesario pisar nuevamente la mezcla con el toro.
Durante tres semanas trabajaban de esta manera hasta tener suficientes ladrillos, que luego de secar dos semanas (o más, si llovía), entraban a quemarse en un horno artesanal durante 48 horas. Luego de la quema, el horno se enfriaba por otra semana más y por fin se podían vender los ladrillos.

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En el pueblo de Chambo, provincia de Chimborazo, a 200 Km al sur de la capital de Ecuador, Quito, más de 200 familias viven de la producción de ladrillo.
Chambo, localizado en el centro geográfico de Ecuador, provee de esta materia prima para construcción a las 5 provincias del centro del país, desde hace más de 100 años.

Don Cristobal Flores probando su molino mezclador de lodo
Don Cristobal Flores probando su molino mezclador de lodo
La producción artesanal de ladrillo es el único ingreso de muchas familias que no tienen su propia tierra ni horno. Se dedican a “labrar” (pisar el lodo y moldear el ladrillo crudo) para otras personas quienes sí tienen horno y tierra. La Red EcoSur implementa aquí un proyecto denominado  “Producción ecológicamente y económicamente sustentable de ladrillos en Chambo, Ecuador”, financiado por la Comunidad Europea a través de la ONG alemana Werkhof e.V (www.werkhof-darmstadt.de).

El proyecto pretende rescatar y fortalecer la producción rural y artesanal de ladrillos aplicando conocimientos nuevos para renovar esta micro-industria tradicional y colocarla en condiciones de sustentabilidad económica y ecológica.

 

Uno de los resultados de este proyecto fue el desarrollo de un molino-mezclador que ahorre el trabajo de pisar el lodo con el toro. Esta pequeña innovación hace que el artesano de ladrillo ya no se levante a la madrugada ni se enfrente al frío y humedad de la madrugada. Con el molino mezclador, el mismo trabajo que se hacía en 4 horas se lo hace en 45 minutos.

El artesano se levanta hoy a las 7 de la mañana y con dos personas más puede producir hasta 2,500 ladrillos al día. Los artesanos que no tienen horno y que solo trabajan de “labradores” en otros hornos, terminan mucho más rápido su tarea y pueden movilizarse a otro sitio de trabajo o dedicar el tiempo a otras actividades.

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El éxito de esta pequeña intervención es tal, que los molinos han sido copiados por talleres mecánicos locales y más de 35 familias ya utilizan esta clase de equipos. El ingenio local ha producido algunos equipos que han sido adaptados para funcionar con autos viejos o conectados a la rueda de un automóvil.

El testimonio más interesante de la utilidad del molino: al siguiente día de que Don Cristóbal Flores recibió su molino, vendió a su toro “Martín”.

Las soluciones tecnológicas siempre pueden ser eficientes, sin embargo, los problemas sociales van más allá de usar un toro o una máquina. Y hacia la solución de estos problemas se orienta el trabajo de la Red Ecosur con  respuestas prácticas y de fácil transferencia entre países del Sur.

Video: Molino mezclador de lodo