Loja y Basura La ciudad de Loja, en el sur de Ecuador, ha adquirido fama por sus programas de reciclaje de basura, y orgullosamente se denomina “ciudad ecológica”. La primera impresión que uno se lleva de Loja es de limpieza: ni en las calles ni en los alrededores del mercado se ven desperdicios. El sistema de separación de la basura comienza en el hogar, con programas de educación civil, pero también con inspectores que van multando a los infractores. El artículo relata una visita a uno de los centros de acopio de desperdicios biodegradables.

Kurt Rhyner La ciudad de Loja, en el sur de Ecuador, ha adquirido fama por sus programas de reciclaje de basura, y orgullosamente se denomina “ciudad ecológica”. La primera impresión que uno se lleva es de limpieza: ni en las calles ni en los alrededores del mercado se ven desperdicios. El sistema de separación de la basura comienza en el hogar, con programas de educación civil, pero también con inspectores que van multando a los infractores.

jul2004/loja_001.jpg

A nadie le cabe duda que estos logros tienen su origen en la persona del Alcalde, quien, con gran entusiasmo y decisión, ha desarrollado una serie de programas para llevar a su ciudad a esta posición de renombre internacional. Mientras tanto, se ha generalizado entre la población una conciencia y un orgullo especial. Pero, no hay que esconder que también existen críticas, pues esta separación de la basura no siempre resulta fácil. Cada día el tren de basura pasa por las calles, aunque no todos los días recoge el mismo tipo de desperdicios; según planes definidos tocan desperdicios orgánicos, metales, plásticos, etc. Quien pone los sacos con contenidos equivocados en la acera, se arriesga a una multa.

Visitamos uno de los centros de acopio de los desperdicios biodegradables. Todo se vierte en una zona de control, donde se hace un proceso de secado natural, limpieza y selección de forma manual. La materia orgánica se coloca luego en grandes camarotes junto con culturas de lombrices. Al cabo de los meses, las montañas se reducen de forma natural por descomposición, ayudado por las lombrices, a capas delgadas de pocos centímetros. Entonces, recogen este humus, lo tamizan y lo ponen a la venta al público en sacos bien presentables. Una parte del humus se utiliza aquí mismo para operar un vivero de árboles y una hortaliza. La venta de abonos, posturas y productos de la hortaliza amortiguan el costo del reciclaje.

A la orilla de la ciudad visitamos el centro de acopio de otras partes de la basura. Un área controlada, con un hangar abierto y bien presentable alberga el centro de procesamiento de metales, papeles y plásticos, entre otros. Lo que sorprende al vistante es el orden y la limpieza del lugar, pero sobre todo, la falta de malos olores.

El manager del centro (¡un abogado!) nos enseña con mucho entusiasmo y total dominio del tema el proceso de convertir la basura en materia prima. Una maquinaria sencilla hace una primera selección y luego lava los materiales para ser seleccionada por personas a lo largo de un sinfín. Al visitante le impresiona el nivel de limpieza y dignidad que exhiben estas personas que separan plásticos, metales, botellas, zapatos, trapos y todo lo demás, y los tiran en sus respectivos contenedores.

Luego hay otro grupo de obreros que hacen una segunda separación y cortan, por ejemplo, los plásticos a un tamaño adecuado y los separan según su tipo. En otro paso posterior, todo es embalado y puesto a la venta. Los compradores de estas materias primas son distintos ramas de la industria nacionDías más tarde, visitamos un pequeño taller en Riobamba donde producen mangueras para sistemas de riego con esta misma materia prima, proveniente de bolsas plásticas y botellas.

{mosimage}Todavía no se logra reciclar toda la basura de Loja, se tiene que ampliar el sistema para poder responder a la creciente cantidad de desperdicios que la ciudad genera. Una parte de lo recogido se coloca en depósitos sanitarios, con una debida supervisión y con sistemas sencillos de oxigenación que ayudan a la descomposición de las partes orgánicas. Pero también aquí se utilizan los criterios “verdes”, los desperdicios tóxicos (de hospitales, baterías, químicos, etc.) son depositados en zonas especiales que tienen drenaje y supervisión especial.

Estamos convencidos de que estas experiencias de Loja son aplicables en muchos países del Sur, sobre todo en pueblos y pequeñas ciudades. Un tratamiento responsable de la basura municipal siempre genera costos, pero el sistema que nos enseña Loja mitiga esto con la venta de productos finales y materias primas. Un factor que no se puede menospreciar en todo esto es la dignificación del trabajo alrededor de la basura.

Loja ha terminado con el aspecto malsano, denigrante y sucio del trabajo alrededor de los vertederos municipales, y ha convertido a los harapientos rastreadores de basura en obreros con dignidad y un salario seguro.